Los mayas nos perdonaron, pero todo indica que el Congreso de los Estados Unidos no va a ser tan clemente. En unas pocas horas acaba 2012 y si no hay acuerdo de última hora, entrará en vigor un apocalipsis económico de primer orden, o eso dicen los expertos. Lo han llamado abismo fiscal, o fiscal cliff, más que nada porque los medios estadounidense tienen mucho sentido del espectáculo para estas cosas.
Para quien no anduviera por aquí cuando lo explicamos la primera vez, diremos por simplificar que el abismo fiscal significa que el 31 de diciembre entrará en vigor un brutal recorte del gasto público a la vez que suben los impuestos para la práctica totalidad de los estadounidenses al expirar los recortes que impulsó el presidente George W. Bush. ¿Quiere usted hundir una economía que crece débilmente? Pues aplíquele un cóctel de subida de impuestos y recorte del gasto y ya tiene usted su recesión lista para tomar.
Pues que ya estamos a 31 de diciembre y aquí seguimos negociando y sin acuerdo previsible. El congreso está en sesión navideña, por si se obra el milagro, pero de momento las posturas de los republicanos de la Cámara de Representantes y de la Casa Blanca de Obama siguen en universos diferentes. El presidente no quiere ni oír hablar de mantener los recortes de impuestos a los millonarios y tiene su sentido porque acaba de ganar una elección en la que se ha cansado de prometer precisamente eso. Los republicanos quieren a cambio recortes en los programas de asistencia social porque son los principales creadores de déficit: la sanidad de Medicare y Medicaid, y las pensiones de Social Security. ¿No les asusta el tema lo suficiente como para encontrarse en un punto intermedio? Pues no y la razón es: la política.
En este punto todas las encuestas están de acuerdo en que el público va a culpar a los republicanos: ambos bandos trabajan con esa perspectiva. Obama tiene el deber moral de ser más generoso para evitar la debacle pero a la vez sabe que probablemente pueda lograr un mejor acuerdo si se sobrepasa la fecha límite y los republicanos empiezan a sentir el peso de un electorado iracundo. Y los republicanos a su vez saben que les vana culpar de todas formas, pero que de cara a sus bases les resultará mejor votar por una bajada de impuestos el 1 de enero que por una subida el día 31 de diciembre. Todo es retórica, sí, pero el mensaje es más profundo.
Tenemos aquí a la economía de la primera potencia (y la del mundo, por cierto) pendiendo del hilo de un acuerdo en un Congreso donde la retórica y el puritanismo ideológico parecen evitar que nada salga adelante hasta que la catástrofe es inminente, e incluso entonces. La economía de Estados Unidos empieza a ser como la italiana, víctima de los políticos y del desgobierno que generan. Estamos en las mejores condiciones posibles para lograr un pacto: hay una amenaza inmediata, acabamos de pasar unas elecciones y además la presión plítica es menor porque en enero toma posesión un nuevo Congreso. Pues ni por esas, aquí estamos en un asiento de primera fila para el desastre y nos parece que lo que vemos es el circo. Pero las consecuencias no serán nada divertidas: cada día que EEUU pase sin acuerdo después del fiscal cliff mplicará menos crecimiento, más desahucios, más parados, más pobreza... Y aún así.
El Congreso es una institución históricamente especializada en acuerdos de últimísima hora, veremos si hoy el sentido común se impone y empezamos el 2013 con un suspiro de alivio.
De propina: no levanta cabeza la secretaria de Estado Hillary Clinton tras esa mala caída. Volvió al trabajo hace tres semana y ha tenido que ser ingresada por un coágulo. Si decide presentarse en 2016 necesitará disipar cualquier duda sobre su salud.
La bolsa de cristal: 2013 va a ser un gran año! Gracias por seguir ahí un año más.
Para quien no anduviera por aquí cuando lo explicamos la primera vez, diremos por simplificar que el abismo fiscal significa que el 31 de diciembre entrará en vigor un brutal recorte del gasto público a la vez que suben los impuestos para la práctica totalidad de los estadounidenses al expirar los recortes que impulsó el presidente George W. Bush. ¿Quiere usted hundir una economía que crece débilmente? Pues aplíquele un cóctel de subida de impuestos y recorte del gasto y ya tiene usted su recesión lista para tomar.
Pues que ya estamos a 31 de diciembre y aquí seguimos negociando y sin acuerdo previsible. El congreso está en sesión navideña, por si se obra el milagro, pero de momento las posturas de los republicanos de la Cámara de Representantes y de la Casa Blanca de Obama siguen en universos diferentes. El presidente no quiere ni oír hablar de mantener los recortes de impuestos a los millonarios y tiene su sentido porque acaba de ganar una elección en la que se ha cansado de prometer precisamente eso. Los republicanos quieren a cambio recortes en los programas de asistencia social porque son los principales creadores de déficit: la sanidad de Medicare y Medicaid, y las pensiones de Social Security. ¿No les asusta el tema lo suficiente como para encontrarse en un punto intermedio? Pues no y la razón es: la política.
En este punto todas las encuestas están de acuerdo en que el público va a culpar a los republicanos: ambos bandos trabajan con esa perspectiva. Obama tiene el deber moral de ser más generoso para evitar la debacle pero a la vez sabe que probablemente pueda lograr un mejor acuerdo si se sobrepasa la fecha límite y los republicanos empiezan a sentir el peso de un electorado iracundo. Y los republicanos a su vez saben que les vana culpar de todas formas, pero que de cara a sus bases les resultará mejor votar por una bajada de impuestos el 1 de enero que por una subida el día 31 de diciembre. Todo es retórica, sí, pero el mensaje es más profundo.
Tenemos aquí a la economía de la primera potencia (y la del mundo, por cierto) pendiendo del hilo de un acuerdo en un Congreso donde la retórica y el puritanismo ideológico parecen evitar que nada salga adelante hasta que la catástrofe es inminente, e incluso entonces. La economía de Estados Unidos empieza a ser como la italiana, víctima de los políticos y del desgobierno que generan. Estamos en las mejores condiciones posibles para lograr un pacto: hay una amenaza inmediata, acabamos de pasar unas elecciones y además la presión plítica es menor porque en enero toma posesión un nuevo Congreso. Pues ni por esas, aquí estamos en un asiento de primera fila para el desastre y nos parece que lo que vemos es el circo. Pero las consecuencias no serán nada divertidas: cada día que EEUU pase sin acuerdo después del fiscal cliff mplicará menos crecimiento, más desahucios, más parados, más pobreza... Y aún así.
El Congreso es una institución históricamente especializada en acuerdos de últimísima hora, veremos si hoy el sentido común se impone y empezamos el 2013 con un suspiro de alivio.
De propina: no levanta cabeza la secretaria de Estado Hillary Clinton tras esa mala caída. Volvió al trabajo hace tres semana y ha tenido que ser ingresada por un coágulo. Si decide presentarse en 2016 necesitará disipar cualquier duda sobre su salud.
La bolsa de cristal: 2013 va a ser un gran año! Gracias por seguir ahí un año más.
Varias preguntas, maestro:
ResponderEliminar- ¿ocurrió algo parecido hace no demasiado con el techo de deuda, o me lo invento? Creo recordar un acuerdo in extremis similar que se solucionó en la prórroga
- De no solucionarse, ¿los de la eurozona echamos a temblar hoy, mañana o pasado?
Monrito!
ResponderEliminar- Dices bien, la situación del techo de deuda fue similar y de hecho la solución chapucera que se le dio es la que creó gran parte del problema actual. Se establecieron esos recortes automáticos que ahora se han evitado. La diferencia es que esta vez Obama llevaba mejores cartas: ya no tiene que preocuparse por ser reelegido y las urnas le han devuelto mucha autoridad que no tenía entocnes. Además esta vez a diferencia de aquella del techo de deuda, los republicano sí que tenían algo que perder: sus muy apreciados recortes fiscales de la era Bush.
- Pues parece que ya no tenemos que temblar, pero si no hubiera habido pacto sí que habríamos sufrido las consecuencias. En unos meses, desde desde luego.