Cualquier observador de esta campaña ya se habrá dado cuenta. Parece que en eeste largo verano de caza del votante no se habla de otra cosa que no sea dinero. De la inquietud que le provoca a Obama ir por debajo de su rival en donaciones, pero sobre todo de cúanto tiene, cuánto gasta y cuánto paga el republicano Mitt Romney.
Es el culebrón del verano: ¿Por qué Romney no hace pública su declaración de impuestos cómo suelen hacer los candidatos? La especulación es imparable. Los sabios del politiqueo dicen que negándose a publicar la información lo único que hace es provocar que la gente se imagine lo peor, y que por tanto si aún así no quiere hacerlo, debe ser verdad que hay cosas terribles en su declaración de impuestos. Mientras, el candidato guarda silencio y la bola va engordando.
Mi opinión personal es que Romney acabará por ceder a la presión y publicará la información, pero no resulta difícil imaginar por qué se resiste. En primer lugar, incluso en un país tan enamorado de la prosperidad como Estados Unidos, resulta difícil simpatizar con un candidato cuyos ingresos probablemente estén alrededor de los 20 millones de dólares. Luego están además el tipo de cosas que uno hace cuando tiene esas cantidades de dinero: que sepamos una cuenta en Suiza, tal vez otras en las Islas Caimán y alguna que otra sopresa que puede no quedar muy bien en el currículum.
Para Romney es una de esas situaciones en las que no tiene nada que ganar y sí mucho que perder. Si sigue negándose a hacer públicos los datos, pierde, si los revela, pierde también. Además de su evidente riqueza y las posibles prácticas poco éticas, estarán los inevitables titulares sobre sus contribuciones a la Iglesia Mormona que podrían acercarse a los 4 millones anuales, una faceta que el candidato estaría feliz de no resaltar mucho. Eso sin contar con que una persona con sus recursos puede permitirse un carísimo asesor fiscal que conozca cada centímetro de la ley y por tanto, aún sin salirse de ella, le permita pagar lo menos posible. Si a través de trampas legales paga un 1%, eso tampoco caería muy bien en una opinión pública castigada aún por la crisis.
El candidato se marcha esta semana de viaje internacional con paradas en los dos principales aliados de Estados Unidos: Gran Bretaña e Israel. Así potenciará su imagen "presidencial" y tal vez se librará de un poco de presión, aunque el asunto de su declaración de impuestos estará esperándole cuando vuelva.
De propina: una encuesta de Latino Decisions confirma el desastre de Romney con el voto hispano. Un 22% lo apoya a él en comparación con el 70% que apuesta por el presidente. Eso son diez puntos menos que el ya desastroso resultado de McCain en 2008.
La bola de cristal: pero que nadie se engañe, la cosa va a estar reñidísima. La última encuesta de NPR muestra a los dos candidatos muy empatados en los doce estados que decidirán la elección: A new NPR poll in 12 battleground states -- Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Nevada, New Hampshire, New Mexico, North Carolina, Ohio, Pennsylvania, Virginia y Wisconsin.
Mi opinión personal es que Romney acabará por ceder a la presión y publicará la información, pero no resulta difícil imaginar por qué se resiste. En primer lugar, incluso en un país tan enamorado de la prosperidad como Estados Unidos, resulta difícil simpatizar con un candidato cuyos ingresos probablemente estén alrededor de los 20 millones de dólares. Luego están además el tipo de cosas que uno hace cuando tiene esas cantidades de dinero: que sepamos una cuenta en Suiza, tal vez otras en las Islas Caimán y alguna que otra sopresa que puede no quedar muy bien en el currículum.
Para Romney es una de esas situaciones en las que no tiene nada que ganar y sí mucho que perder. Si sigue negándose a hacer públicos los datos, pierde, si los revela, pierde también. Además de su evidente riqueza y las posibles prácticas poco éticas, estarán los inevitables titulares sobre sus contribuciones a la Iglesia Mormona que podrían acercarse a los 4 millones anuales, una faceta que el candidato estaría feliz de no resaltar mucho. Eso sin contar con que una persona con sus recursos puede permitirse un carísimo asesor fiscal que conozca cada centímetro de la ley y por tanto, aún sin salirse de ella, le permita pagar lo menos posible. Si a través de trampas legales paga un 1%, eso tampoco caería muy bien en una opinión pública castigada aún por la crisis.
El candidato se marcha esta semana de viaje internacional con paradas en los dos principales aliados de Estados Unidos: Gran Bretaña e Israel. Así potenciará su imagen "presidencial" y tal vez se librará de un poco de presión, aunque el asunto de su declaración de impuestos estará esperándole cuando vuelva.
De propina: una encuesta de Latino Decisions confirma el desastre de Romney con el voto hispano. Un 22% lo apoya a él en comparación con el 70% que apuesta por el presidente. Eso son diez puntos menos que el ya desastroso resultado de McCain en 2008.
La bola de cristal: pero que nadie se engañe, la cosa va a estar reñidísima. La última encuesta de NPR muestra a los dos candidatos muy empatados en los doce estados que decidirán la elección: A new NPR poll in 12 battleground states -- Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Nevada, New Hampshire, New Mexico, North Carolina, Ohio, Pennsylvania, Virginia y Wisconsin.
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