Ha llegado el desagradable momento en que los miembros del equipo perdedor se sientan en el vestuario, escocidos aún por la derrota, y comiezan a echarse la culpa. Ha sido un desastre, así que las primeras miradas se dirigen hacia lo más alto: al presidente del Club (Obama), pero obviamente los demócratas no son tontos y saben que le necesitan para un partido fundamental dentro de dos años y que, además, en realidad él no ha perdido este encuentro porque no lo ha jugado. Aún así eso no evita que algunos de los jugadores como Alex Sink en Florida le hayan echado toda la culpa, o incluso los que esta elección se quedaron con él en el banquillo (Phil Bredessen, gobernador de Tennessee)l
Así que los dedos acusadores pasan al entrenador (Nancy Pelosi) que está firmemente decidido a agarrarse al puesto al precio que sea. No quiere o no puede darse cuenta del daño que le ha hecho al equipo y la falta de una competencia sólida puede hacer incluso que se quede. Estoy convencido de que en la bancada de atrás de la Cámara muchos estarán rezando porque un peso pesado le dispute el puesto y puedan dar un cambio de dirección muy necesario para los intereses del equipo.
Más triste aún es el caso de los secundarios de lujo... al estar en minoría el liderazgo demócrata tiene necesariamente que perder a uno de sus miembros, es decir, pasar de speaker-leader-whip-chairman a sólamente leader-whip-chairman... así que como Pelosi quiere ser Minority Leader, su segundo Steny Hoyer debe pelearse con el actual Majority Whip James Clayburn por el puesto de Minority Whip.
De propina: analizados los resultados se ve hasta qué punto los hispanos han salvado a los demócratas de un desastre mucho mayor aún, muy particularmente en el Senado. Y los líderes de la comunidad quieren que se les pague con la mil veces retrasada Reforma Migratoria. El problema para Obama está claro: ahí hay muchos votos pero, ¿puede permitirse otra amarga batalla contra los republicanos que desvie atención de reparar la economía y reducir el paro?
La bola de Cristal: y mientras el presidente trata de concentrarse en el trabajo con la esperanza de que esa actitud lo salve como paso con Clinton después de las mid-term del 94. No suena mal la estrategia.
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