Mucho se ha hablado durante estos años de la decepción hispana con Obama. Los opinadores profesionales suelen hablar de cómo el presidente se ha concentrado en su primer mandato en la reforma sanitaria, pasando de largo en sus proyectos de reforma migratoria. También se han hartado de comentar que la sociología de la comunidad hispana, si es que tal cosa existe, está cambiando y que lo hace de un modo poco favorable a los demócratas. Que el enriquecimiento de las nuevas generaciones, su religiosisdad y relativo conservadurismo hacen que su asociación con los demócratas se debilite, sobre todo en estados más inclinados a la derecha y con mucha población latina como Texas o New Mexico. Todo esto está bien para una clase de Ciencia política pero las encuestas nos cuentan una historia muy diferente.
En 2008 Obama logró un espectacular apoyo entre los votantes hispanos, incluso enfrentándose a un republicano como John McCain que se había significado mucho en contra de su propio partido a favor de iniciativas hispanas en inmigración. Con todo y con eso Obama se llevó un 67% del voto latino. Ahora, cuatro años después y tras mucha discusión sobre el descontento latino, la última encuesta de NBC/WSJ/Telemundo dice que de descontento, nada: el 61% apoya a Obama mientras que el 27% lo hace a Romney.
Esto no sólo se explica en clave de lo que Obama ha hecho o no ha hecho. El esfuerzo republicano por dar la batalla por el voto latino, que lleva ya muchos años en marcha, ha encontrado un importante escollo en Mitt Romney. Está claro que el candidato no es un conservador estándar y como no ha podido mostrar credenciales ortodoxas en temas como el aborto o la sanidad, se ha mostrado desde el principio muy agresivo en la inmigración. Su postura "dura" contra las aministías, muy a la derecha de George W. Bush, es su mejor conexión con el ala dura del partido que aún no se acaba de fiar de él. El precio a pagar, evidentemente, son los hispanos. Y ahí se marcha una oportunidad para los republicanos de acercarse más a un 15% de los ciudadanos estadounideses, que además son clave en estados electoralmente fundamentales y bastante indecisos como Colorado, Florida o Nevada.
De propina: Obama navega entre dos aguas con un índice de aprobación que se mantiene estable en el 48%. Lo suficientemente sólido como para poder ganar y lo suficientemente corto como para sufrir y desde luego, poder perder.
La bola de cristal: nunca Europa fue tan importante. La salud de la economía estadounidense depende en buena parte de que cómo afecten los culebrones griego, español y europeo al crecimiento mundial.
Y desde luego el resultado de la elección de noviembre, si no hay asuntos raros de por medio, dependerá de la economía.
En 2008 Obama logró un espectacular apoyo entre los votantes hispanos, incluso enfrentándose a un republicano como John McCain que se había significado mucho en contra de su propio partido a favor de iniciativas hispanas en inmigración. Con todo y con eso Obama se llevó un 67% del voto latino. Ahora, cuatro años después y tras mucha discusión sobre el descontento latino, la última encuesta de NBC/WSJ/Telemundo dice que de descontento, nada: el 61% apoya a Obama mientras que el 27% lo hace a Romney.
Esto no sólo se explica en clave de lo que Obama ha hecho o no ha hecho. El esfuerzo republicano por dar la batalla por el voto latino, que lleva ya muchos años en marcha, ha encontrado un importante escollo en Mitt Romney. Está claro que el candidato no es un conservador estándar y como no ha podido mostrar credenciales ortodoxas en temas como el aborto o la sanidad, se ha mostrado desde el principio muy agresivo en la inmigración. Su postura "dura" contra las aministías, muy a la derecha de George W. Bush, es su mejor conexión con el ala dura del partido que aún no se acaba de fiar de él. El precio a pagar, evidentemente, son los hispanos. Y ahí se marcha una oportunidad para los republicanos de acercarse más a un 15% de los ciudadanos estadounideses, que además son clave en estados electoralmente fundamentales y bastante indecisos como Colorado, Florida o Nevada.
De propina: Obama navega entre dos aguas con un índice de aprobación que se mantiene estable en el 48%. Lo suficientemente sólido como para poder ganar y lo suficientemente corto como para sufrir y desde luego, poder perder.
La bola de cristal: nunca Europa fue tan importante. La salud de la economía estadounidense depende en buena parte de que cómo afecten los culebrones griego, español y europeo al crecimiento mundial.
Y desde luego el resultado de la elección de noviembre, si no hay asuntos raros de por medio, dependerá de la economía.
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