Sin duda el hecho de que la derrota tenga algo de personal también endulza esta victoria indirecta. Chicago es la ciudad de Obama, por eso el presidente se jugó el órdago y por eso el bofetón duele más. Pero él, la verdad, se lo ha tomado con deportividad:
"Creo que una de las cosas más valiosas del deporte es que a veces puedes juegar un gran partido y no ganar. Por eso, aunque desaba haber vuelto de Copenhague con mejores noticias, no puedo estar más orgulloso de mi ciudad de Chicago".Añaden desde la Casa Blanca que el presidente no se arrepiente en absoluto de haber viajado a Copenhague, a pesar de que el gesto asociaba a su nombre la derrota. Los republicanos, encantados.
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