Bienvenidos a Nueva York, bautizada a veces como la "ciudad del pecado" pero que en esta temporada electoral sería más correcto llamar "la ciudad de la redención". Porque la campaña que está en marcha en la ciudad se centra en las figuras de dos pecadores arrepentidos, dos políticos que estropearon un futuro previsiblemente brillante por culpa de un escándalo sexual.
Empecemos por Eliot Spitzer, que como Fiscal General de NY fue el azote de los banqueros de Wall Street y por eso después arrasó en las elecciones a gobernador. Sonaba incluso como presidenciable cuando todo estalló: apareció en una grabación federal contratando los servicios de una red de prostitución de lujo y dimitió. Después de cinco años de intervenciones televisivas y de cuidar de sus negocios, el "cliente número 9" intenta ahora regresar a la arena política. A última hora se ha presentado al oscuro puesto de comptroller de la ciudad de Nueva York, una especie de fiscalizador de las cuentas de la ciudad. El puesto no tiene mucha consideración entre los políticos porque tradicionalmente no ha tenido mucho poder pero Spitzer cree que puede cambiar eso del mismo modo que cuando fue fiscal general. Ha empezado ya la clásica ronda de arrepentimiento y perdón por las televisiones pero no lo va a tener fácil. De hecho en su primer acto de campaña un votante le preguntó: "¿Por qué llegas tarde? ¿Estabas con una prostituta?"
Un caso similar pero a la vez muy diferente es el de Anthony Weiner. El excongresista por Brooklyn dimitió tras verse obligado a admitir que había mandado fotos de sus partes a varias mujeres vía twitter. Un vergonzoso asunto del que casi lo peor fueron las lamentables excusas que dio: si le habían hackeado la cuenta, si era una broma... Con todo la gran diferencia con Spitzer es que el gobernador hizo algo ilegal mientras que lo del congresista es bochornoso pero de menos importancia. Tal vez por eso Weiner tiene el valor de presentarse al gran premio, al puesto de Alcalde de Nueva York, y no sólo eso sino que las encuestas le dan posibilidades muy serias de hacerse con la nominación demócrata y por tanto con el puesto.
Los dos buscan el perdón del electorado y esa es la clave de sus campañas. En Estados Unidos gustan mucho las historias de redención, de fracasos y recuperaciones, y tampoco hay que olvidar que los siempre liberales neoyorquinos le dan mucha menos importancia a un escándalo sexual que a otras cosas. Y no hace ni tanto que la conservadora South Carolina eligió de nuevo a un adúltero confeso como el exgobernador Mark Sanford. En resumen: cosas más raras se han visto.
De propina: Rick Perry no se presentará a un histórico cuarto mandato como gobernador de Texas, lo que casi todo el mundo interpreta como una señal de que volverá a intentar conseguir la nominación republicana a la presidente. Esta vez intentará recordar el nombre de los tres departamentos del gobierno que quiere cerrar.
La bola de cristal: y tener a dos candidatos con escándalo a cuestas es el sueño húmedo de la salvaje prensa sensacionalista de Nueva York. Ya han empezado con portadas como esta, pero seguro que lo mejor está por llegar.
Empecemos por Eliot Spitzer, que como Fiscal General de NY fue el azote de los banqueros de Wall Street y por eso después arrasó en las elecciones a gobernador. Sonaba incluso como presidenciable cuando todo estalló: apareció en una grabación federal contratando los servicios de una red de prostitución de lujo y dimitió. Después de cinco años de intervenciones televisivas y de cuidar de sus negocios, el "cliente número 9" intenta ahora regresar a la arena política. A última hora se ha presentado al oscuro puesto de comptroller de la ciudad de Nueva York, una especie de fiscalizador de las cuentas de la ciudad. El puesto no tiene mucha consideración entre los políticos porque tradicionalmente no ha tenido mucho poder pero Spitzer cree que puede cambiar eso del mismo modo que cuando fue fiscal general. Ha empezado ya la clásica ronda de arrepentimiento y perdón por las televisiones pero no lo va a tener fácil. De hecho en su primer acto de campaña un votante le preguntó: "¿Por qué llegas tarde? ¿Estabas con una prostituta?"
Un caso similar pero a la vez muy diferente es el de Anthony Weiner. El excongresista por Brooklyn dimitió tras verse obligado a admitir que había mandado fotos de sus partes a varias mujeres vía twitter. Un vergonzoso asunto del que casi lo peor fueron las lamentables excusas que dio: si le habían hackeado la cuenta, si era una broma... Con todo la gran diferencia con Spitzer es que el gobernador hizo algo ilegal mientras que lo del congresista es bochornoso pero de menos importancia. Tal vez por eso Weiner tiene el valor de presentarse al gran premio, al puesto de Alcalde de Nueva York, y no sólo eso sino que las encuestas le dan posibilidades muy serias de hacerse con la nominación demócrata y por tanto con el puesto.
Los dos buscan el perdón del electorado y esa es la clave de sus campañas. En Estados Unidos gustan mucho las historias de redención, de fracasos y recuperaciones, y tampoco hay que olvidar que los siempre liberales neoyorquinos le dan mucha menos importancia a un escándalo sexual que a otras cosas. Y no hace ni tanto que la conservadora South Carolina eligió de nuevo a un adúltero confeso como el exgobernador Mark Sanford. En resumen: cosas más raras se han visto.
De propina: Rick Perry no se presentará a un histórico cuarto mandato como gobernador de Texas, lo que casi todo el mundo interpreta como una señal de que volverá a intentar conseguir la nominación republicana a la presidente. Esta vez intentará recordar el nombre de los tres departamentos del gobierno que quiere cerrar.
La bola de cristal: y tener a dos candidatos con escándalo a cuestas es el sueño húmedo de la salvaje prensa sensacionalista de Nueva York. Ya han empezado con portadas como esta, pero seguro que lo mejor está por llegar.
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